La música es un arte misterioso, poderoso, que entra sin avisar. Nos entristece, nos estremece, nos da energía, nos trae recuerdos escondidos, nos conecta, nos cura y nos cambia la percepción. En el cerebro no hay una zona especial para la música, ya que ésta activa todas las partes. Los lugares que más se iluminan cuando escuchamos música son los mismos que cuando cubrimos nuestras necesidades básicas.
La música me apasiona en todas sus formas y maneras de manifestarse. Pero quiero hablar en esta entrada de cómo ha sido para mí, hacer música como herramienta de empoderamiento y subversión.
Hace tiempo me pregunté el por qué de entre tanto género musical. A la hora de aprender a tocar, componer, interpretar, a mí lo que me motivaba siempre había sido lo más ruidoso (rock, metal, hardcore, punk, grunge…); mientras que por mi forma de ser y habitar el mundo podría encajar mejor en un género más tranquilo y sosegado; tal vez por su sonoridad, un «Summertime» de Billie Holiday.
La respuesta que mejor me encajó fue: -Me cuesta enfadarme.

Y es que en los años que estuve tocando, cuando enchufaba la guitarra me gustaba sentirme macarra, potente, poderosa… Ocupar los escenarios, dirigirme al público y transitar por esos espacios de poder externos e internos, me permitió apropiarme de características asociadas al “rol masculino”. Y, por supuesto, a conectar con la rabia, con mi enfado y canalizarlo de manera creativa. Y así me sentí en muchas ocasiones una “mujer fuerte y empoderada”.
Pero una clave importante para mí durante todos los años de Perra Vieja fue que nunca renuncié a mi sensibilidad. ¿Quién nos hizo creer que para ser fuertes tenemos que renunciar a la ternura y a lo sensible?
En mi caso, el empoderamiento no ha sido llegar a una cima, de seguridad y fortaleza, no ha sido una meta estática a la que llego y de repente las tengo todas contigo. Creo que el empoderamiento no deja de hablarme de luchas que no paran de producirse: fortaleza vs. debilidad, autoestima vs. inseguridad, amor propio vs. vergüenza, confianza en una misma vs. patriarcado… Una vez que acepto todo este potaje interno intento que no me frene, que no me paralice. Antes de subirme al escenario pensaba «si no es ahora, ¿cuándo? Si no soy yo, ¿quién?» y me lanzaba…
Así fue como el Hardcore Punk, unido al feminismo, nos dejó una experiencia llena de amor y odio, y el diálogo entre ellos. Fruto de esto es, por ejemplo, esta canción que une la crítica a una sociedad que no nos deja envejecer con dignidad, con esa presión por la estética y tener que mantenernos con aspecto de jóvenes eternamente, y todo el amor por la genealogía, por nuestras abuelas.
“De mayor quiero ser vieja”
Yo de mayor quiero ser vieja como tú
que con tu vida me ayudas
a entender el valor de mi juventud
vencer los miedos y las dudas
Yo de mayor quiero ser vieja como tú
orgullosa de mis arrugas
sabiduría que nos devuelve la salud
y hace peligrar su estructura.
Su ciencia no busca cura
comercia con nuestra estética
alimenta nuestra amargura
con su falta de amor y de ética.
Gracias por abrir caminos
Gracias por darnos motivos
Gracias por cometer errores
evitando que los cometamos peores
Por recordarnos que es nuestro el momento
que no hay espera que la hoguera ya está ardiendo
de allí venimos y hacia allí estamos yendo
sigue nuestra historia y seguimos creciendo
Tu experiencia es nuestra herencia
tu existencia para nosotras es fuerza
tu belleza no cabe en su sentencia
la dignidad sigue estando en nuestra esencia
¡Yo de mayor quiero ser vieja!
Dilia Puerta integrante de Perra Vieja
Miembro adherente de la AETG
Mucho éxito a Perra Vieja
Me gustaLe gusta a 1 persona